La búsqueda de los valores interiores no es una utopía, sino una necesidad legítima y natural. Así como el Cosmos, tomado como el orden natural, es proporcionado, armónico y rítmico, porque si no fuese así no podría existir, la Ciudad, como espacio humano por excelencia, debe también ser proporcionada, armónica y rítmica.
Eso no se puede conseguir exclusivamente desde la ciencia urbana, hay que rescatar el Alma de la Ciudad y lograr una sociedad más bella, más buena y más justa. Es necesario recuperar el sentido básico de fraternidad entre los seres humanos, aquel que respetando las diferencias y singularidades personales nos lleva a comprender que somos todos seres humanos en todo el significado del término, es decir, no sólo por nuestras debilidades sino fundamentalmente por nuestras virtudes.